Mía es la venganza es la tercera novela del detective Mike Hammer. Se publicó en el mismo año que la segunda entrega Mi pistola es veloz (My Gun is Quick) y tras un parón de tres años desde su gran éxito Yo, el jurado (I, the Jury).

El final de esta última causó sorpresa, estupor y unas ventas que para entonces superaban los seis millones de ejemplares. Los críticos literarios mayoritariamente se rasgaron las vestiduras con toda la serie de Mike Hammer, pero siempre contó con el favor del público, quizás por ello Spillane siempre ignoró las críticas cuando no se burló directamente de ellas. Se cuenta la anécdota de que un crítico retó a Spillane a defender que siete de los diez libros más vendidos fueron protagonizados por Mike Hammer. La contestación de Spillane fue «deberías estar contento de que no escribiera tres más».

 

El título Mía es la venganza es toda una declaración de intenciones, para empezar, está extraído de la biblia, el antiguo testamento: «No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor» (Romanos 12:19-21) La novela arranca con unos policías que interrogan de un modo muy poco ortodoxo Hammer en la habitación de un hotel. En la misma habitación hay muerto un hombre «tirado en el suelo en pijama con los sesos esparcidos por toda la alfombra y mi pistola en la mano. No dejaba de frotarme la cara para borrar la pasma que me nublaba la mente, pero los policías no me dejaban».

Hammer había conocido unos años antes a la víctima, Chester Wheeler, y habían vuelto a coincidir la víspera de la noche fatídica. Habían celebrado el reencuentro de bar en bar y con más alcohol que sangre en las venas decidieron dejar el coche e irse a dormir a un hotel. Hammer no recuerda nada de lo que ocurrió. El forense confirma que tanto las huellas del detective como las de la víctima están en la pistola y el fiscal del distrito que le tiene ganas a Hammer aprovecha la ocasión para retirarle tanto la licencia de detective como su arma.

Hammer se convertirá en el empleado de Velda, su secretaria, «grande y encantadora, con ese tipo de curvas que te hacían querer darte la vuelta y echar otro vistazo» e investigará qué pudo ocurrir en esa habitación porque hay detalles que a Hammer no le cuadran como que falten dos balas en su cargador cuando solo hubo un disparo. Reconstruirá los movimientos de la víctima con ayuda de un periodista que le debe unos cuantos favores, del capitán de policía Patrick Chambers y de una modelo, Connie, que conoce a través de una agencia con la que Wheeler tuvo contacto. Esta agencia está regentada por Juno «era hermosa y tenía la constitución que debe tener una diosa, y sus ojos decían que era buena cuando era mala». Esto será solo el principio.

La trama se irá complicando y las conexiones con otros personajes, algunos de la política y empresarios, harán que se corra el riesgo de que Hammer no llegue al meollo del asunto. Es más, alguien está intentado acabar con la vida de Hammer y la de Velda también puede que esté en peligro por su culpa.

Los diálogos de Spillane contienen ironía, humor y dobles sentidos. Por ejemplo, cuando Velda consigue una cita con un sospechoso y Hammer en su trabajo de campo (en inglés legwork, como trabajo de piernas) acude con Juno, la modelo, a una fiesta y las dos parejas coinciden en el local. Hammer y Velda no se hablan porque supuestamente no se conocen. Sin embargo, por la mañana en la oficina, leemos el siguiente diálogo entre el detective y la secretaria.

«—Te mueves muy rápido, Velda.

—Tú también.

—Refiriéndote a mi compañía de anoche, entiendo.

—Exactamente. Tu trabajo de campo. Era muy bonito, justo tu tipo.

—Ojalá pudiera decir algo decente de tu acompañante»

Como curiosidad, en sus primeros tiempos como escritor, Spillane colaboró con un tal Stan Lee escribiendo historias de Capitán América o la Antorcha Humana.

El estilo de Spillane es muy dinámico, con descripciones esquemáticas, acción a raudales y un mundo maniqueo que se divide en los que están con Hammer (justicia, amistad y verdad) o en su contra (el mal, traición y la falsedad), la justicia es imperfecta o la policía inoperante (salvo su amigo, el capitán Patrick Chambers) y las mujeres son espectaculares y son buenas o malvadas o se le ofrecen sexualmente, o no (dejo al lector que haga las combinaciones).  

«Su mano agarró la blusa por el escote y la rasgó. Los botones rodaron a mis pies. La otra cosa que llevaba la arrancó con un áspero sonido de desgarro y se quedó allí orgullosa, con las manos en las caderas, exhibiendo sus pechos en mi cara. Un temblor de excitación hizo ondular los músculos bajo la carne tensa de su vientre, y me dejó mirarla así mientras me complació.

Tuve que bajar las manos y agarrarme a los brazos de la silla. De repente, el cuello de la camisa me apretaba demasiado y algo me subía por la columna vertebral.

Tenía los dientes apretados. Sus ojos eran viciosos.

“Házmelo”, me dijo»

Spillane siempre reconoció su deuda con el personaje creado por Carroll John Daly, el detective privado Race Williams. Este detective será el que cree realmente el arquetipo del detective como conocemos hoy en día. El propio Spillane llegó a escribir a Carroll John Daly una carta de admiración por su personaje y donde le confesó que se había inspirado en él para Mike Hammer. El abogado de Carroll John Daly le propuso demandar a Spillane por plagio y el autor que llegó a sostener él solo Black Mask, vendía mucho más que Dashiell Hammett, agradecido porque que muchos años después alguien se acordara de él, se opuso.

En Mía es la venganza Hammer tendrá siempre en su pasado a Charlotte, la mujer con quien llegó a prometerse en Yo, el jurado y su imagen se sobrepondrá siempre a la de Juno ¿será un aviso o un miedo a un nuevo compromiso?

«No podía decirle que era porque había un momento y un lugar para cada cosa, y aunque éste era el momento y el lugar, ella no era la persona. Yo sólo era un mortal. Un mortal no desnuda a una diosa y deja que sus ojos se deleiten y sus manos sientan y su cuerpo busque la plenitud.

Entonces también tal vez esa no era la razón en absoluto. Tal vez ella me recordaba algo más que nunca podría tener.

Nunca»

Al mismo tiempo, Hammer cruzará por primera vez el límite con Velda («Mike… No tengo que decirte que puedes verme de la forma que quieras… cuando quieras») Como ven, el detective no lo tendrá fácil en el plano emocional, ni en el judicial, ni en el policial, pero es Mike Hammer, el mismo que cuando sufre un atentado tranquiliza a su acompañante diciéndole que le han disparado «solo un poco».

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