Si en la entrega anterior de la serie, Los perros de Riga, el inspector Wallander se desplazaba a Riga para investigar la llegada de «dos muertos en un bote salvavidas», en La leona blanca, Wallander no abandonará Suecia, aunque más de la mitad de la acción no transcurra en este país. Tendremos dos tramas paralelas: la primera se desarrolla en Suecia y arranca con la desaparición de «la corredora de fincas Louise Akerblom» que Wallander se encargará de investigar y la segunda trama relata la preparación de un magnicidio en Sudáfrica con el que un grupo de bóers aspira a descarrilar la transición pacífica hacia un país libre del apartheid.

Las dos tramas se tocarán cuando el líder de la conspiración envíe al asesino a Suecia para que sea entrenado por un antiguo agente de la KGB. Suecia es el país elegido, porque se puede entrar y salir fácilmente, existe una red de apoyo de antiguos agentes soviéticos y es un país que se ha manifestado abiertamente antiapartheid. En La leona blanca habrá elementos de novela policíaca cuando Wallander va desentrañando el misterio de la desaparición de Louise Akerblom. También habrá elementos de intriga y espionaje en la preparación del magnicidio y su intento de evitarlo por el fiscal designado por el mismo presidente De Klerk. Los servicios leales al gobierno están al tanto solo de las «líneas generales del plan» y que, entre los implicados, hay miembros de «el alto mando del ejército y en los círculos ultraconservadores» y «hay indicios de que están involucrados expertos terroristas extranjeros, principalmente del KGB».

Para los que no hayan leído sus obras anteriores, Mankell retrata a Wallander con dos oraciones al principio de la novela. «Tenía cuarenta y cuatro años. Gozaba de merecida fama como policía habilidoso, tenaz y, en algunas ocasiones, incluso brillante. Aquella mañana, sin embargo, no sentía más que un gran enojo y una indignación creciente». Su padre le ha dado una noticia que le ha provocado esa reacción. Sin embargo, esto pasará rápidamente a un segundo plano ya que Wallander habrá de demostrar toda esa habilidad y tenacidad para resolver el caso de la desaparición de Louise Akerblom.

En La leona blanca el lector siempre tendrá más información que Wallander, quien irá atando cabos poco a poco: recomponiendo los últimos movimientos de la mujer, una casa que explota, un Mercedes que pasa a toda velocidad cerca de una patrulla de policías, un hallazgo entre los restos de la casa que relanza el caso… También el lector será testigo de un Wallander al que la investigación agota y le hace replantearse su vida en la que siendo ha primado la esfera profesional sobre la personal. «No quiero vérmelas con asesinos sin escrúpulos y sin respeto por la vida. No quiero verme obligado a pasarme la vida investigando una violencia que nunca, mientras viva, llegaré a comprender. Tal vez la próxima generación de policías de este país viva otras experiencias, de las que extraer otra visión de su trabajo. Para mí, es demasiado tarde. Nunca llegaré a ser distinto del que soy, un policía más o menos habilidoso de un distrito policial sueco más o menos grande (…) Dedico mi vida a intentar atrapar y declarar culpables a los autores de diversos crímenes. Unas veces lo consigo, las más, no. Sin embargo, el día que yo muera, habré fracasado con la mayor de todas las investigaciones. La vida seguirá siendo un misterio inexplicable».

Durante su investigación, Wallander nos mostrará tanto su lado más salvaje, como su lado más humano con el acercamiento a su padre y a su hija que se implicarán en el caso y dos personajes de su pasado: Baiba Liepa, «a la que había conocido en Riga, y reparó en el hecho de que no había podido olvidarla, pese a haberlo intentado» y su compañero Rydberg, «echaba de menos la experiencia y los consejos de su colega, algo mayor que él» y a quien conocimos en Asesinos sin rostro

Además de la denuncia del apartheid, hay una denuncia de la criminalidad creciente en Suecia «¿Qué está ocurriendo en nuestro país?, se preguntaba Wallander. «¿A dónde han ido a parar los ladrones y estafadores de toda la vida? ¿De dónde procede toda esta violencia irracional?»

Concluyo con el título de la obra, La leona blanca proviene de una leona albina que Scheepers, el fiscal encargado de impedir el magnicidio, ve junto al río, en una reserva. Inicialmente pensará en ella como una metáfora de lo que puede suceder si se inclina la balanza a un extremo u otro. Posteriormente, corregirá esta metáfora y el título cobrará todo el sentido, no se lo adelanto. Sí les adelanto, que en esta obra de ideales de justicia, democracia y hermandad, tanto Wallander como Scheepers cometerán ilegalidades, mentirán y harán trampas. El azar les favorecerá en algunas ocasiones y en otras les será esquivo, como la vida misma. Una novela redonda.

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