Tras El manuscrito Godwulf, Dios salve al muchacho es la segunda entrega del detective privado Spenser y la que marcará un hito en la serie porque conoceremos la que será su pareja: Susan Silverman. El arranque de la novela es marca de la casa de Robert B. Parker:

«Si te echabas hacia atrás en la silla y girabas el cuello con fuerza, podías ver el cielo desde la ventana de mi despacho, azul delft y sin nubes y tan brillante que parecía sólido. Era septiembre, después del Día del Trabajo, y en algún lugar el maíz estaba probablemente tan alto como el ojo de un elefante, el tipo de tiempo en el que un borracho podría dormir calentito en un portal.
-Sr. Spenser, ¿nos está escuchando?»

En su despacho está el matrimonio Bartlett que en unas pocas líneas entendemos que no muy bien avenido. Margery es hermosa, muy maquillada, con pestañas falsas y con «las piernas muy delgadas del tipo que las mujeres admiran y los hombres no» y Roger está vestido «en lo que debería ser la idea de su esposa de un estilo moderno».

Su hijo ha huido de casa hace una semana y le encargan que lo busquen. La policía de Smithfield «hará lo que puedan, pero dispone de pocos efectivos». Spenser aceptará el caso por «cien dólares al día más gastos». Ese mismo día por la tarde irá a casa de los Bartlett y conocerá al jefe de policía local, Trask. El encuentro no es cordial. La fama de Spenser de no que «no siempre colaboras con las autoridades locales» le precede:

«-Vaya, esperaba que eso no se supiera -dije
-Bueno, déjeme decirle algo ahora mismo, señor, aquí en Smithfield usted cooperará. Se mantendrá en estrecho contacto con mi departamento, y estará bajo la supervisión de mi gente, o tendrá que llevarse su culo, perdón, Marge, de vuelta a Boston. ¿Entendiste?
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esa mirada? -dije.
-¿Eh?
-Quiero decir, ¿haces ejercicios con ella todas las mañanas en el espejo? ¿O es algo que una vez que lo dominas nunca olvidas, como andar en bicicleta?»

Spenser deduce como lo hubiera hecho el mismo Sherlock Holmes que el hijo no ha huido lejos porque se ha llevado su mascota, un conejillo de Indias, pero no su comida, ni una jaula. El detective comenzará a investigar el entorno del hijo, empezando por el instituto, donde Susan Silverman trabaja como orientadora. El caso no tardará en complicarse, el matrimonio Bartlett reciben una nota: «Tenemos su hijo y si no nos dais 50.000 dólares no lo volveréis a ver».

Los secuestradores se la jugarán a los padres de Bartlett, a la policía y a Spenser. Sin embargo, el detective sabrá tirar de un hilo que le llevará al meollo del asunto. Por el camino, tendrá tiempo para conquistar a Susan, pasar noches en vela, hacer de guardaespaldas y resolver un asesinato.

En Dios salve al muchacho Spenser continúa siendo un personaje insolente, por veces burlesco:

Cuando el jefe de policía, Trask, afirma solemne: «No te preocupes, Marge, te lo traeremos de vuelta. Tienes mi palabra». Robert B. Parker añade «John Wayne, Centauros del desierto, Warner Bross, 1956″.

El propio Spenser se ríe de sí mismo y Susan conecta con él gracias a su sentido del humor. El detective lo dará todo para conseguirla, incluso se empleará a fondo para mostrarle sus habilidades culinarias. En su primera cita, con la excusa de la investigación, hará un solomillo de cerdo con croûte.

«Encendí el horno para precalentarlo, saqué los solomillos del frigorífico para que se calentaras y me dispuse a hacer la costra (…) Espolvoreé un poco de tomillo, un poco de pimienta negra y un poco de eneldo. Enrollé la corteza con cuidado y la puse en una fuente de horno. Le eché un poco de huevo por encima para glasearlo y lo metí en el horno a temperatura media…»

Spenser es un personaje al que se le pone cara fácilmente, puede ser un hombre cualquiera, corpulento, con el que nos crucemos en la calle o el vecino de enfrente. Se cae, se araña, se pone nervioso, le sacan de quicio y saca de quicio. Un detective de carne y hueso que no duda en acordarse de Bogart para conseguir una sonrisa y volver a demostrarnos la distancia entre la realidad y la fantasía. Spenser es un ser entrañable por su tremenda humanidad ¿quién no contrataría a Spenser?

Concluyo con dos curiosidades. La primera, como señala Dennis Lehane en su ensayo Voice of the city, dedicado a Robert B. Parker, el hecho de que un detective privado en la década de los setenta tuviera novia fue una innovación en el género donde hasta entonces las únicas novias de los detectives eran «para ser descartadas» (amantes pasajeras, secuestradas, asesinadas…). La segunda curiosidad es que muchas de las características del personaje de Susan Silverman están inspiradas en la esposa de Robert B. Parker, Joan, con quien se casó dos veces, pero será tema de otra entrada.

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