Cuando Elliott Chaze publicó Mi ángel tiene alas negras en 1953. Jim Thompson publicaba ese mismo año Noche Salvaje y un año antes El asesino dentro de mí, David Goodis publicaba entre 1952 y 1953 tres novelas (La calle de los perdidos, La luna en el arroyo y Rateros), Willeford publicaba High Priest of California en 1953 y Pick-up en 1955, al mismo tiempo que Highsmith comenzaba su serie de Rippley con El talento de Mr. Ripley y Chester Himes la suya con Ataúd Jonhson y Sepulturero Jones en 1957 con Por amor a Imabelle. Quizás todo este elenco de autores pudiera explicar el porqué Mi ángel tiene alas negras cayera posteriormente en el olvido hasta que en 2013 esta obra se reimprimió y se convirtió en una novela de culto.

Antes de escribir Mi ángel tiene alas negras, Elliott Chaze tuvo otra experiencia celestial. Se alistó en el ejército, en la Undécima división aerotransportada, apodada «los ángeles». No llegaría a combatir en la segunda guerra mundial, pero sí para participar en la ocupación de Japón. Basándose en esta experiencia publicaría una novela en 1947 (The Stainless Steel Kimono).  

En Mi ángel tiene alas negras el protagonista, Timothy Sunblade, recuerda desde el día en que se dio una ducha en su motel y contrató los servicios de una prostituta, Virginia. «Después de dieciséis semanas en un pozo petrolífero, es una agradable sorpresa encontrarse sin barro en las orejas, solo en una habitación con una mujer cara de ojos de color lavanda gris». Realmente, ni él se llama Timothy Sunblade, ni ella Virginia. Poco a poco iremos conociendo que Tim Sunblade se ha fugado de prisión y que ella ha huido de Nueva York. Pasarán juntos unos días en el motel y luego se irán de viaje. Inicialmente su relación será definida por el título de una canción que oyen en la radio, «If You´ve got the Money, Honey, I´ve Got the Time» («Si tienes dinero, cielo, yo tengo tiempo»). De hecho, Sunblade planea que, antes de que se le acabe el dinero, abandonar a Virginia en una gasolinera y olvidarse de ella. Sin embargo, Virginia tiene planes parecidos, pero antes de que a él se le acabe el dinero. Se traicionan, se odian, se aman y Sunblade acaba viendo en ella la cómplice perfecta para el atraco perfecto. «¿Qué podía ser más perfecto que un furgón blindado? Apestaba a dinero y tenía ruedas. La huida y el transporte todo envuelto en un paquete. Si sabías jugar tus cartas»

Virginia le dará la cobertura que necesita de matrimonio feliz en Denver. Él comenzará a trabajar mientras prepara cuidadosamente el golpe y la perfecta desaparición de todas las pruebas que les pudieran incriminar. Triunfarán y ella cumplirá la promesa que se hizo a sí misma.

-Todo apesta sin dinero.

-Casi todo.

-Un día voy a nadar en él de nuevo. Me voy a quedar en bolas y bañarme con frescos billetes de cien dólares».

Tienen todo lo que quieren. Pueden llevar una vida de ricos despreocupados en Nueva Orleans, pero tanto el pasado como la evolución de los personajes irán arrastrando uno al otro a un final agónico. Esos billetes verdes resultan ser un espejismo de felicidad y el azar un elemento más en la vida de esta pareja que no podrá salirse con la suya, por mucho que lo intenten.

Elliot Chaze emplea un estilo sencillo y directo. Adjetivo justo, diálogos chispeantes, con lenguaje de la calle, como marca el canon, y unos protagonistas que van más allá del simple arquetipo de la mujer fatal o del convicto salvaje. Son dos personajes marginales que han aprendido a sobrevivir en sociedad. Piensan por y en sí mismos, pero son tan parecidos en muchos aspectos que se atraen y se repelen. 

«-Cuando no me quede más dinero -le dije- Probablemente me habré cansado de ti.

-Eso espero.

-¿Por qué?

-Será mejor que te canses de mí». Pero, como dije, cuando nos fuimos del motel, nos fuimos juntos…»

Ese es el viaje que nos propone Eliott Chaze en las primeras páginas, si le acompañan, seguro que llegarán hasta el final y repetirán.

 

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