El escondite es la segunda entrega del inspector de homicidios John Rebus. En esta ocasión, Rebus investigará la muerte de un okupa por sobredosis de heroína. No es una muerte más, la escena del crimen hará que todo sea diferente. Junto al cadáver hay dos velas consumidas,  un dibujo en la pared «una estrella de cinco puntas, rodeada por dos círculos concéntricos, el más largo de ellos alrededor de metro y medio de diámetro. Todo había sido muy bien trazado, las líneas de la estrella rectas, los círculos casi exactos. El resto de la pared estaba vacío.

-¿Brujería?

– O astrología…»

A las pesquisas policiales se le sumará que Rebus es obligado por el superintendente Watson a participar en la puesta «en marcha de una nueva campaña de antidrogas. Alerta a la gente de ese tipo de cosas, a la vez que financiación para información discrecional. Tengo el respaldo, y lo que es más importante, el dinero. Un grupo de hombres de negocios de la ciudad están dispuestos a donar cincuenta mil libras a la campaña». El superintendente verá en la condena del hermano de Rebus (Nudos y cruces) un argumento más para vender su proyecto a la sociedad. Por ello, entre los nuevos cometidos de Rebus estará asistir a las reuniones de esos «hombres de negocios» que harán viable el plan.

Uno de esos hombres de negocios coincidirá ser el hermano del inspector McCall. Él debería ser el que hubiera debido acudir cuando dieron el aviso de la muerte del okupa, pero la borrachera de la noche anterior le impidió estar en su puesto. Rebus lo cubrirá y se ganará un aliado en un caso que se irá complicando a partir de que Rebus reciba la llamada de una testigo, Tracy, que lo implicará personalmente. En su investigación contará con la ayuda de un nuevo ayudante: Brian Holmes, con el que no empezará con buen pie.

La vida personal de Rebus permea toda la historia: Gill lo ha dejado y está saliendo con el pinchadiscos «cuya entusiasta voz Rebus parecía oír siempre que entraba en una tienda o una gasolinera a través de la ventana abierta de un bloque de pisos», Rhona, su ex, se ha llevado a su hija a vivir a Londres con ella.

«El piso de John Rebus era su castillo. Una vez cruzara la puerta, levantaría el puente levadizo y dejaría su mente en blanco, vaciándose el mundo todo lo que pudiera. Se serviría una bebida, pondría una cinta con música de saxo tenor y escogería un libro (…) «Doctor Jekyll y Mr Hyde». Muy bien, tenía la intención de releerlo desde hacía siglos y era maravillosamente corto».

Ian Rankin continúa con su homenaje a Robert L. Stevenson y su Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Nos mostrará un Edimburgo que no se ve en las postales: los atascos, el problema de la falta de vivienda y los precios exorbitados, las connivencias entre las altas esferas de la política, la justicia, la policía y la economía.  John Rebus, con su integridad y código moral, nos consolará: siempre habrá hombres justos que se resistan a ser comprados y, en la medida de sus posibilidades, harán justicia. 

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