Es una novela corta situada en la Habana Vieja. En las primeras páginas asistimos a la espera del asesino: “Miro la hora en el celular, desde donde su foto provocativa me sonríe. Ya casi es tiempo: ella es respetuosa de los horarios. Una singá puta traidora con alma de relojera: llega puntual, cumple su hora y se va riendo. Llena de dinero y con mi corazón aplastado en un puño”.  No conoceremos la identidad del asesino hasta el final, aunque el autor por boca del personaje nos avisará de que “comienza entonces mi papel en esta obra de teatro”.

El decorado de esta obra está en las calles de La Habana y los extras son los personajes con los que se cruzará el protagonista, Carlen. Carlen trabaja recogiendo “clientes perdidos por Internet y los redirijo a puntos de ciber encuentro, chats, sex-shops virtuales, tiendas de abarrotes en línea y casinos”. Sale de su casa con la intención de ir a su matadero (prostíbulo) “predilecto” el de su jefe, el mafioso Tata. En el trayecto, iremos sabiendo que está solo: su novia le “pegó los tarros”, fue expulsado de su trabajo y sin opción de poder investigar en Cuba Polo Científico, se dedicó a la enseñanza gracias a la cual entraría en contacto con el mafioso Tata y con el que montará su negocio.

A su llegada al prostíbulo descubrirá que “en medio de la habitación en el piso había una muerta. No era una puta cualquiera”. El lector conocerá la identidad de la víctima y, sin posibilidad de recurrir a la policía, Carlen habrá de investigar contrarreloj el quién y el porqué. No estará solo, una mujer singular con pasado desgraciado, Apolonia, le ayudará. Toda la acción transcurre en un día y con un ritmo trepidante, pues el asesino puede huir en cualquier momento.

La novela tiene ingredientes de misterio, el protagonista sabe lo mismo que el lector y Álex Padrón consigue que empaticemos con el personaje, aunque en ocasiones no nos parezca un personaje muy recomendable. Hay cambios de narrador y puntos de vista, momentos de suspense, peleas y persecuciones y con un final a la vieja usanza de las novelas negras.

“Matadero” es una novela fresca que se lee en un suspiro y a la que el autor da sus pinceladas de humor, en ocasiones negro, o hace guiños a detectives clásicos como “la escena impresionaba todavía más que a la primera. Sacudí la cabeza y, a falta de algo mejor, entré en modo Philip Marlow. Tanto escribir y leer policíaco me tenía que servir de algo. Por lo menos, para ver las cosas con frialdad y no vomitar de nuevo”.

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