Antes de que comenzara su gira de promoción de La Dalia Negra, Ellroy se había puesto a escribir El gran desierto. La semilla estaba en la película A la caza (Cruising), donde Al Pacino interpreta a un detective que se inflitra en los ambientes homosexuales más sórdidos para dar con el asesino de gays. James Ellroy pensó en crear un detective que hiciera un viaje similar, pero que no resultara como la película, en sus palabras, «mala, elíptica y llena de mierda».

El gran desierto comienza con una cita de Joseph Conrad extraída de El corazón de las tinieblas: «Estaba escrito que yo debía permanecer fiel a la pesadilla de mi elección». En esta novela, ambientada en la década de los cincuenta, todos los protagonistas tendrán sus pesadillas por las que sufrirán y algunos morirán. El primero de ellos es el detective Danny Upshaw que trabaja el día de Año Nuevo (1950) y recibe el aviso del asesinato de un hombre de unos treinta y cinco años «se observan marcas profundas en el cuello, le han arrancado los ojos y las cuencas vacías rezuman una sustancia gelatinosa (…) Los genitales están magullados e hinchados, hay marcas de mordeduras en el glande». Upshaw aprovechará que no está el forense en su puesto para examinar el cadáver y poner en práctica sus estudios de patología.

Ellis Loew, el ayudante del fiscal del distrito a cargo de la Sección Criminal, a quien habíamos conocido en La Dalia Negra, organiza un grupo con dos mandos de la policía: el teniente Mal Considine, casado con una superviviente del campo de concentración de Buchenwald y con un hijo y Dudley Smith, otro personaje que nos acompañará en el cuarto de Los Ángeles («alto, tirando a obeso y rubicundo; nacido en Dublín, criado en Los Ángeles, educado en un colegio jesuita. Hombre fuerte de cada jefe de policía de Los Ángeles desde Dick Steckel. Siete hombres muertos en cumplimiento del deber. Corbatas especiales: sietes, esposas y escudos del Departamento bordados en círculos concéntricos. Según los rumores, llevaba un calibre 45 del ejército, cargado con balas dum-dum lubricadas, y un puñal de resorte»). El objetivo de ese grupo será infiltrarse en un sindicato de Hollywood, la UAES (Alianza Unida de Extras y Tramoyistas) dirigido por comunistas. Para ello utilizarán al detective Danny Upshaw quien deberá seducir a la mujer que dirige el sindicato. Sin embargo, Upshaw entrará en un mundo del que no saldrá indemne.

El gran desierto es una novela donde no hay ideales. La ley y la policía investiga el «peligro rojo», pero con la vista puesta en los ascensos que pueden lograr si consiguen las pruebas necesarias para llevar a juicio a la UAES. Los idealistas miembros del sindicato no dudan en llegar a acuerdos o denunciar a sus compañeros por rencillas, beneficios personales o tratos de favor en un hipotético juicio.

James Ellroy nos da un fresco del Hollywood de la época, un mundo sórdido donde las aspirantes a actriz o los actores son meros peones, objetos con los que traficar o tener sexo, hay drogas y escándalos convenientemente ocultados. Uno de los personajes, Turner «Buzz» Meeks, jefe de seguridad de Hughes Aircarft, y expolicía de Los Ángeles (otro secundario de La Dalia Negra), tiene entre sus cometidos, solucionar o arreglar los trapos sucios de Howard Hawks y no sólo él: «Un Buzz más gordo y más canoso con el alcalde Bowron, el exfiscal del distrito Buron Fitts, Errol Flynn, Mickey Cohen, productores para quienes había hecho trabajos sucios, actrices de poca monta a quienes había sacado de litigios y metido en abortos, médicos especialistas en drogadicción que le agradecían las recomendaciones. Intermediario, chico de los recados, matón». Buzz, jugador empedernido, cometerá el error de enamorarse de la amante del mafioso Mickey Cohen. Nadie es bueno en Los Ángeles de Ellroy y con maestría acaba llevando a los protagonistas al precipicio, donde cada uno pagará un precio o realizará un sacrificio. Además, ese Los Ángeles de los años cincuenta está condimentado con noticias y personajes reales, como actores y escándalos del momento:

«Antes de que Mickey Cohen conmoviera al Departamento de Policía y la Oficina del Alcalde con sus revelaciones sobre Brenda Allen» o en el mismo depósito de cadáveres donde Upshaw realiza sus primeras prácticas también han pasado Rodolfo Valentino, Lupe Vélez y Carole Landis.

El gran desierto significó un paso adelante en la carrera literaria de Ellroy, el personaje de Upshaw pasará a la historia y, aunque la novela vendiera la mitad de ejemplares que La Dalia Negra, el editor de Knopf, Sonny Mehta, le ofrecerá publicar sus siguientes obras. Ellroy renunciará a una parte de sus ingresos con Avon para estar en el sello de Hammett, James M. Cain, Chandler o Patricia Highsmith. Nada mal.

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