El ciervo y la sombra arranca con «Los últimos días de mi vida arden bajo mis párpados». El protagonista es Mateo, alguien que «no abre la boca ni para lavarse los dientes». Se relaciona con Silvio al que considera su «ángel de la guarda» por un hecho que descubriremos avanzada la novela. Sin embargo, Silvio forma parte del pasado de Mateo de drogas y drogadicciones. Un pasado que se ha propuesto abandonar definitivamente. Al igual que niega el dinero al que fuera su compañero de la infancia y de drogas: Guille. Un personaje que entrará y saldrá de la vida de Mateo como recuerdo recurrente:

«Guille se derrumba. Clava las rodillas en el suelo. Todavía no llora, es solo una mezcla de rabia y hastío. Una imploración de santo. La lividez de su rostro se le escurre por los pómulos. Su calavera se desencaja, se llena de pequeñas gotas de su sudor. Entiendo bien ese calvario».

Hay tres personajes que le sitúan fuera de ese universo: Eulalia, una profesora jubilada a la que cuida y para la que trabaja gestionándole el alquiler a turistas y la limpieza de un piso.

«Eulalia, ya en la habitación, se desnuda ante mí. Me fascina la pulcritud pausada de sus movimientos. Procede con ceremoniosidad antigua, como una amazona que estuviese anunciando su rendición ante un héroe que soy yo. La bata y el camisón largo se derrumban a sus pies. No queda rastro de la firmeza de su cuerpo, pero la piel guarda la majestad de un pergamino. Es una decadencia hermosa. Se tumba boca abajo y le aplico el masaje con el aceite». Tendremos pinceladas de la juventud de la profesora en París con Michelle, comparten películas clásicas y el llevar flores al hermano muerto en la guerra civil, legionario y combatiente en el bando republicano, como recuerdo y respeto.

El padre Andrés quien le ayudó a desintoxicarse y buscar un sentido en la vida, aunque no dejemos de leer las dudas e incertidumbres de Mateo: «Dios nos habla a través de la angustia, Mateo. Nos da instrucciones. Su sabiduría es un susurro». Mateo colabora con él repartiendo comida y echándole una mano cuando le hace falta.

Y el tercer personaje que sirve de acicate a Mateo para un futuro distinto, proviene paradójicamente del pasado, Irene, el primer amor, al que de repente vuelve a su vida después de veinte años. Será en la Barranka, un lugar abandonado que se convertirá en biblioteca por iniciativa de unas jóvenes que Mateo conocerá en una manifestación. Guille contribuirá al fondo de libros con Ladrones como nosotros de Edward Anderson, un clásico de la novela negra de forajidos sin futuro.

El ciervo y la sombra es una tragedia con imágenes poéticas que nos revelan el pasado, los sentimientos y pensamientos de los personajes en unas pocas líneas. Diego Ameixeiras nos regala poesía en situaciones dramáticas, momentos cotidianos y ambientes sórdidos y con personajes únicos. En ocasiones leemos frases lapidarias. En El ciervo y la sombra sobrevuela la sensación de fatalidad:

«Mi padre decía que el destino de la gente queda decidido en la infancia. Ese fue mi caso. Mi rostro se llenó de sombras cuando solo era un niño y una angustia terrible se apoderó de mí sin que nadie se diese cuenta. Sufrí muy pronto la tortura de mis pensamientos porque sabía que la vida, al hacerme mayor, me conduciría al infierno».

Cuando Mateo se vea abocado a tomar una decisión, que significa aceptar un encargo que le acerca al infierno para intentar salir de él y rehacer su vida, uno no puede olvidar las palabras que piensa cuando Guille le echa en cara que haya dado la espalda por el padre Andrés y Dios: «Nadie atiende a mis plegarias, Guille».

Por último, el título de la novela viene del accidente que tuvieron los padres de Mateo con un ciervo en la carretera. La sombra la percibiremos proyectada en su vida y el homenaje y honra al pasado de las personas queridas. El ciervo y la sombra es una novela de las de leer y releer y disfrutar.

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