Operación Cóndor de Beckett&Hawk es la cuarta entrega del detective David Ábaco. Operación Cóndor parte de dos momentos clave: el 21 de septiembre de 1976, un coche bomba en Estados Unidos acaba con las vidas de «Orlando Lettelier, exministro de Defensa y Asuntos Exteriores del gobierno chileno del derrocado Salvador Allende y Ronnie Karpen, esposa de su ayudante, Michael Moffit, ambos americanos» y, años después, una fotografía tomada entre otras muchas donde se ve «una mano (que) parecía pertenecer a alguien cuyo cuerpo comenzaba a someterse al rigor de la muerte».

El fotógrafo es el detective David Ábaco y la localización los senderos de Collserola, con «luz tenue, suave, traslúcida y limpia, tras la que se ocultaba la ciudad a los pies del Tibidabo».

Cuando revela la fotografía y se percata del detalle de la mano, Ábaco vuelve al lugar, pero el cadáver ha desaparecido. Sin embargo encuentra un pin dorado con una extraña simbología. El detective recurre a un experto en la materia, Pablo Tellmann, un profesor universitario, mentor y amigo al que Ábaco traicionó acostándose con su mujer, Isabel, por «ella dejó en el camino algo más que amor y deseo, dejó su matrimonio, su carrera, a su mejor amigo y a su propia dignidad. Solo recobró la razón en el mismo momento en que ella lo abandonó». A partir de la información que obtiene de Tellmann, Ábaco avanza en sus pesquisas, sin ser consciente de que al mismo tiempo avanza hacia un precipicio que el lector intuye por disponer de la información que Beckett y Hawk nos van dosificando con lo que ocurre en los pasillos del poder del Chile de Pinochet y las alianzas con personajes que se mueven en la sombra en terceros países. Esta parte la personifica la figura del general Contreras, jefe de la inteligencia.

Los sucesos de Chile, con saltos temporales al pasado más duro de la represión y tortura, y Barcelona avanzan en paralelo. No obstante, a ritmos distintos. En Barcelona predomina un tono de novela detective intimista, reflexiva que poco a poco va ganando en acción. Ábaco es un «tipo alto, de ojos tristes y azules que denotaban soledad y tristeza a sus cuarenta años ya vividos de desengaños y fortunas». En la parte chilena predomina un tono más de novela de espionaje, donde se nos da el marco temporal e histórico de lo que ocurrió antes y después del coche bomba contra Lettelier.

En Operación Cóndor importa y mucho la memoria, con una trama muy bien armada destaca por encima de todo los personajes. Los dos hermanos de los servicios secretos, Guillermo e Ignacio, saben las reglas del juego y el precio que pagarán por saltárselas o ayudar a ello. El personaje secundario de Patricia, en cierta manera un símbolo de la esperanza, habrá de tomar una decisión para intentar dejar atrás la pesada losa de perder un hermano en las cárceles chilenas y de haber sufrido violaciones («el recuerdo a veces forma parte de aquellos fantasmas que surgen de sus tumbas para arrastrarnos a las ciénagas del dolor y del placer. A veces intentamos olvidar y en ese esfuerzo quemamos las energías necesarias para seguir viviendo»). Personajes con dobles intenciones, la duda de quién es agente o confidente u opositor, Ábaco se moverá en un equilibrio precario desconfiando de todos.

Los personajes deambulan por sus infiernos personales. Habrá un asesino arrepentido al que persiguen porque se escapó con unos «papeles muy importantes que señalaban directamente al gobierno y al general como los instigadores máximos del atentado». Su vida será una huida constante porque «no importa donde te escondas, no importa donde estés, tarde o temprano te encontrarán, nadie, nadie puede escapar de ellos, nadie nadie». Patricia no se ha olvidado de «su hermano, de sus padres, del sufrimiento perenne que parecía perseguirla a todas partes». El general Contreras, jefe de la DINA, el creador de «toda la red de influencia en el cono sur, él unió a Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y todas las dictaduras americanas para la lucha contra el poder rojo» verá su caída a los infiernos después de tantos años y sacrificios por la patria. Y, por encima de todo, el detective y filósofo Ábaco que marida a Wittgestein, Anaxágoras… con el presente y en unas pocas líneas sintetiza la historia contada, concluye una escena o anticipa la siguiente.

Beckett y Hawk sin caer en el morbo, ni recrearse nos presentan la cruda realidad de la represión y sus secuelas. En ocasiones habrá figuras poéticas, símiles que lejos de dulcificar los hechos, agrandarán aún más la emoción de la escena. No esperen vísceras, ni descripciones pormenorizadas más propias de informes forenses que de novelas. Operación Cóndor es una novela negra en la que abundan reflexiones y preguntas que apelan al lector.

«Ahora que todo era una sombra, ahora que todo era vacío, hubiera querido ser otro, hubiera querido ser silencio, hubiera querido tener otras vidas, otros momentos para así saber con qué letras se escribe la palabra perdón».

Antes de ponerme a buscar las tres anteriores novelas del detective David Ábaco, termino con una frase que le dice el torturador a Guillermo en las primeras páginas y que sintetiza el tono de Operación Cóndor:

«Ha pasado mucho tiempo… pero ya ves, nadie consigue escaparse definitivamente de su pasado. Nadie se escapa del infierno sin el permiso del diablo».

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