Gancho ciego transcurre en el Puerto. El Puerto, sin localización precisa, puede ser el puerto de cualquier ciudad costera importante que tenga su terminal de contenedores. Dentro de ese recinto «los niveles de corrupción, contrabando, violencia y delincuencia lo sitúan entre las peores barriadas del planeta». Todo permanece oculto a ojos de los ciudadanos, basta «atravesar el control de acceso de la Guardia Civil, abandonas la apacible vida del primer mundo y te adentras en una jungla siniestra y salvaje».

En Gancho ciego Antonio Flórez nos adentra en esa jungla de la mano de el Gallego, un agente de aduanas que conduce un Ford Mustang del 68, «le gusta hacerse ver para transmitir a todo el mundo que siempre está vigilando, controlando». Porque él es el que «se encarga de gestionar la documentación que las empresas han de entregar a Aduanas para que se abra la barrera que deja que la mercancía entre y salga (…) conoce los defectos del sistema, los agujeros de la normativa, las debilidades de los que la aplican y el margen de engaño que el mecanismo es capaz de soportar».

En esa jungla hay un asesino a sueldo (el Serbio) un lugar de encuentro (el bar del Sucio), un criminal de poca monta (Harry) que pensaba ser más listo que los demás y es asesinado (en las primeras páginas) y su compañero que se ha escapado de la trampa que les habían tendido y la guardia civil.

El inspector García trabaja en la pequeña comisaría del Puerto, lleva «una ociosa existencia en la que nadie le da trabajo a cambio de que él no toque los cojones. Lo único que interrumpe su plácida rutina son las nuevas camadas de novatos». Uno de estos novatos que le han asignado es Tempranillo «de lo mejorcito que ha llegado en muchos años, es alegre y tiene ganas de aprender sin entorpecer demasiado». Pronto el Tempranillo irá aprendiendo las reglas no escritas del Puerto. Por ejemplo, las intervenciones que realicen no han de entorpecer las operaciones que generan ingentes ingresos a la economía regional y mundial «A nadie le han echado por ser incapaz de desmontar una gran red de narcotráfico, pero a alguno se le ha caído el pelo por actuar más intensamente de lo esperado. Los cargos políticos y todos los que están puestos a dedo juegan para el equipo contrario en un partido que no pueden perder».

En el Puerto nadie está limpio: desde el presidente de la Autoridad Portuaria que se encuentra a su hija decapitada en su despacho; el director de las instalaciones fronterizas de control de mercancías, conocido como Juanito el Mierda (lo de mierda porque «la mierda flota, la mierda no se hunde» y él «sabe mantenerse en el puesto como nadie»); la jueza «es amiga del director de la Autoridad Portuaria»; la delegada del Gobierno; el director de la terminal, los estibadores… Y la mafia rusa, liderada por Vladimir. Sin embargo, no todo es negro, queda la esperanza representada en la figura de inspectores de aduanas honestos que se niegan a firmar lo que saben que es ilegal, aunque esto les suponga enfrentarse a su superior y no ser ascendidos o designados para otros puestos que otros más sumisos, los que firman todo lo que le entregan, conseguirán.

Al Gallego, se le amontona el trabajo y la tensión se dispara: hay que descargar cuanto antes un granelero para que puedan cobrar las ayudas de la Comisión Europea, aunque no sea maíz europeo, «tiene pendiente la llegada del tigre de Vladimir, del gran cargamento de cocaína y de las putas». El inspector García, conocedor de las reglas del Puerto, jugará sus cartas (a veces con trampas) para intentar que el Gallego pierda. El inspector y él tienen cuentas pendientes del pasado.

Una novela negra, realista que te va conduciendo por los vericuetos de aduanas, los diferentes edificios del puerto y autoridades implicadas en cada una de las operaciones. Una novela en la que el inspector García romperá el status quo, creando un caos con consecuencias imprevisibles, pero en el que el resto de los actores buscarán no la verdad o la justicia, sino restablecer el equilibrio original.

Por último les comento que el título de Gancho ciego proviene de una técnica que emplean algunos narcotraficantes al duplicar el precinto con el que se asegura que el interior del contenedor «ha permanecido inalterado desde la inspección en origen (…) Rompen el que ya consta en la documentación, introducen la droga y uno de los precintos idénticos, y cierran el contenedor con el otro. En el puerto de destino, antes de que lo compruebe la Aduana, rompen el precinto, sacan la droga y colocan el gemelo que ha viajado dentro. Es un método muy sencillo, nadie se entera: ni el transportista ni el destinatario». Después de leer esta novela, no podrá decir que no sabía esto y lo que ocurre en el puerto.

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