Los sudarios no tienen bolsillos es la segunda novela de Horace McCoy y está considerada como su obra más autobiográfica, porque en todas sus primeras obras podemos trazar parte de su vida. Así, Horace McCoy publicaría en Black Mask una quincena de historias, la mayoría con el protagonista Jerry Frost, el capitán de una escuadrilla de pilotos, los Hell´s stepson que han de dar caza a una banda de desalmados. Seguro que muchos de esos combates aéreos descritos, esas persecuciones y acrobacias tendrían reflejo en la participación de Horace McCoy en la Primera Guerra Mundial como observador aéreo. Realizó reconocimientos aéreos de las líneas alemanas y recibió una condecoración por haber logrado derribar varios aviones enemigos y retornar a la base cuando el piloto de su avión había muerto. Con la llegada de la Depresión, McCoy perdió su trabajo de periodista en Dallas y sobrevivió con todo tipo de empleos, entre ellos como portero en los maratones de baile que le inspirarían para escribir en 1935 ¿Acaso no matan a los caballos?. También intentó fortuna como actor en Hollywood, fruto de esta experiencia McCoy escribiría Debería haberme quedado en casa en 1938 y acabó ganándose la vida como guionista en Hollywood. Retrocedamos a su etapa de periodista, porque el protagonista de Los sudarios no tienen bolsillos, Mike Dolan, es precisamente un periodista que está harto de que le censuren sus artículos.

En palabras del director del periódico, Thomas, el problema de Dolan es que es «demasiado quijote». Después de la enésima discusión y, antes de que le despidan, Dolan dimite. Cuando está recogiendo sus cosas se presenta su amigo, Bishop, casado y con hijos y encargado de la crónica de sucesos y una misteriosa mujer, Myra, que atrae a Dolan. Myra llamará la atención del protagonista sobre lo absurdo e imprevisible de la vida en una reflexión que se repetirá más adelante con mayor sentido si cabe: «Es extraño cómo funcionan las cosas -dijo dirigiéndose a Bishop-. Si hubiera salido de la cama un minuto más tarde esta mañana, si hubiera pasado un minuto más en el baño, si hubiera perdido el tranvía, si me hubiera parado a tomar mi taza de café de todas las mañanas… ¿Y por qué no lo hice? Es muy raro, porque hace años que no me salto mi café matutino. Si me lo hubiera tomado, si me hubiera demorado un segundo en cualquiera de esas cosas, no te habría visto. Y si no estuviera aquí ahora, sin duda Dolan iría a suplicar por su trabajo. Y lo recuperaría. Pero ahora no lo hará. Ha terminado con esto. ¿No te parece extraño? -le preguntó a Dolan».

En Los sudarios no tienen bolsillos McCoy no nos presenta un héroe digno y orgulloso, sino que nos muestra cómo Dolan «se sentía aterrorizado e impotente y que, como aquel era el único trabajo que sabía hacer, tal vez sería mejor disculparse con Thomas y prometerle que, en adelante, sería un buen chico, un buen chico con la boca cerrada». Sin embargo, ya no hay marcha atrás. Ese mismo día negocia con el dueño de una imprenta la publicación de su revista.

«-Escuche, señor Lawerence (…) ¡No hay un solo periódico en el país que juegue limpio con sus lectores! Todos se deben a sus contratos publicitarios o a sus padrinos políticos. ¡Ésta es la mejor oportunidad que tendrá en la vida! Claro que haremos enemigos. Todos los chorizos de la ciudad estarán en contra nuestra, pero la gente decente nos apoyará.

-La gente decente no tiene el poder -precisó Lawrence.

-Claro que no. Nosotros se lo daremos.»

Lawrence es reacio, pero cuando Dolan le promete pagarle los mil quinientos dólares que costará lanzar el primer número, le da el visto bueno. Dolan debe dinero a diestro y siniestro, tiene órdenes de embargo («ninguna tienda de la ciudad te fiaría cinco centavos») y recurre a sus compañeros de teatro, donde Dolan tiene un papel protagonista en una obra que se estrenará en breve. Entre los integrantes de la compañía de teatro está April, una joven y rica heredera. Ella fue novia de Dolan hasta que el padre de April prohibió su relación y April se prometió con otro de su misma clase social, al mismo tiempo que Dolan se convertía en su amante. En la novela, se mostrará y criticará ese otro mundo aparte de millonarios e influencias políticas y sociales. Paradójicamente, contrapuesto a esa imagen de sueño americano de labrarse cada uno su futuro, Dolan intentará sin conseguirlo formar parte de esas sociedades exclusivas y privilegiadas. Esto le costará también que varios personajes le echen en cara ese deseo de ascenso social en un territorio prohibido.

Como contraste de esas grandes casas con sirvientes, Dolan vive en un apartamento con «cuatro pintores, un escritor en ciernes y un héroe de guerra alemán». Todos deben dinero, ninguno paga el alquiler y, en consecuencia, la señorita Ratcliff no arregla las cañerías.

Dolan instala su redacción en una sala de la misma imprenta y, sin consultarle, se apunta a trabajar con él, Myra. La primera noticia que publica Cosmopolite es sobre el amaño de partidos de béisbol que su anterior periódico, el Times Gazette se negó a sacar a la luz. Continuará publicando escándalos y cada uno de ellos tendrá consecuencias penales y trágicas. Dolan irá recibiendo cada vez más presiones, intimidaciones y sufriendo el juego sucio no solo por parte de los afectados para que abandone u obligando a otros que abandonen a Dolan, sino por los propios periódicos del condado que pierden su credibilidad desde que hay una revista que publica lo que ellos tapan. El protagonista verá peligrar su vida y no tardará en ir armado. Dolan contará siempre con el apoyo de Myra, de Bishop, despedido del periódico por su amistad con él, y del sheriff del condado que le alertará de peligros y le ayudará en agradecimiento por la beca que le consiguió tiempo atrás.

Dolan no es un héroe intachable. Como ejemplo, no dudará en chantajear o utilizar a las mujeres para obtener el dinero que necesita para mantener su revista a flote. Tampoco el trato que dispensa a sus amigos es siempre adecuado. En otras ocasiones, su visión de lo que él considera correcto se antepone sobre todo lo demás, incluyendo antiguos compañeros y conocidos del teatro, y todos aquellos que no le siguen son apartados. Sí se puede afirmar que Dolan es un periodista comprometido con la verdad que revela la hipocresía de la gente del condado (todos saben y todos callan) y señala a los malhechores, intocables por sus conexiones con el poder. Además, Horace McCoy hará su denuncia social y política (tenemos referencias a Hitler y Mussolini, sobrevuela el comunismo de Stalin y grupos fascistas en Estados Unidos) y reservará un final al periodista que podría haber sido diferente si «Myra se hubiera parado a tomar aquel café».

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