Traedme a la rusa es la cuarta novela de Alberto Pasamontes. Es una novela corta con capítulos breves en los que se intercalan dos voces narrativas: la de la rusa, Svetlana, en segunda persona del singular y la del narrador en tercera persona.

La historia transcurre en un pueblo, Encinar de los Condes, donde Svetlana, más conocida como la rusa, trabaja en una pescadería gracias a la intercesión de una amiga, Ely, quien se ha volcado con ella para que se pudiera labrar un futuro allí. Una tarde Svetlana observa delante del negocio un «BMW M2 azul eléctrico bajo la luz de las farolas que acaban de encenderse». En ese momento, Svetlana recordará la noche en la discoteca, donde se le presentó el conductor: Carlos. Esa noche entre el alcohol y la música «como una barcaza perdida en la noche que de pronto atisba el destello de un faro, dejas que te atraiga hacia él, sin pensar, solo dejándote llevar por el deseo. Lo besas con ansia y metes tu lengua en su boca…» Svetlana no oyó la advertencia de su amiga. «Carlos y tú os habéis alejado ya unos pasos y esto último no lo has oído bien, pero te ha parecido entender que es… ¿peligroso? Qué tontería, con el ruido y el castellano, habrás entendido mal». Acaban esnifando cocaína en el baño y «folláis como si no fueseis a volver a follar nunca más».

Cuando Svetlana está limpiando el local con la persiana bajada aparece con Carlos. Su amigo Faustino se ha quedado esperándole en el BMW.  Carlos quiere tener sexo con Svetlana, pero ella le rechaza. Carlos no acepta su negativa e intenta violarla. En un último gesto de resistencia, Svetlana le clava la tapa del desagüe y le mata. Ha matado a Carlos, al hijo único de don Jaime. Don Jaime «tiene una empresa de piensos para el ganado. Pero eso no es más que una tapadera», su negocio real es uno de los dos prostíbulos que hay en el pueblo y el tráfico de drogas. Su único competidor es Jacinto, dueño de otro burdel y exsocio de Jaime.

Svetlana huye de la pescadería con lo puesto cuando Faustino entra en el local buscando a Carlos, da la alarma a su jefe, don Jaime. Svetlana no tiene nada: ni cartera, ni pasaporte, ni llaves de casa…

Jaime clamará venganza y moverá todos sus hombres e influencias, incluyendo el sargento de la guardia civil Gallardo al que ha estado sobornando para que hiciera la vista gorda en su tráfico de drogas. El que no está comprado es el cabo Murillo que comienza a sospechar de la relación de su mando con el mafioso.

Svetlana no podrá salir de Encinar de los Condes donde el temor a la ira de don Jaime saca lo mejor y lo peor de sus habitantes: su amiga Ely, Ramón, el dueño de la pescadería, su mujer Petri, el vecino «con el que ha compartido aceitunas y criticado el juego de la Roja en el bar», el otro vecino «que tiene una hijita una clase por detrás de la de Braulio»….

A medida que leemos, el cerco sobre Svetlana se va estrechando. Es un pueblo pequeño y ella está cada vez más sola. Así que, sin posibilidad de recurrir a la Guardia Civil, tomará una decisión en la que se jugará a una carta su destino.

En Traedme la rusa Alberto Pasamontes con sus descripciones breves y esa segunda persona, nos hace empatizar con Svetlana. Inicialmente logra que sintamos tanto la dificultad de ser inmigrante, su desarraigo como posteriormente el peligro que le acecha: ya sea en una calle desierta, una parada de autobús o en un local lleno de gente viendo un partido de fútbol. El estilo es ágil y con giros que muestran una salida inesperada en un callejón de muerte segura. Son de las novelas que se leen de un suspiro y luego uno piensa por todo lo que ha pasado la protagonista en ese espacio cerrado que es Encinar de los Condes y en tan poco tiempo.

Como conclusión, destaco un comentario que le hace Ely a Svetlana «Esto no es una novela de James Ellroy, Vet. Ni tampoco una película de mafiosos. Las cosas no funcionan así» O sí funcionan: un cacique, drogas, corrupción y prostitución. Traedme a la rusa.

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