En diciembre de 1936, en la revista Black Mask se produce lo que el historiador de género negro Keith Allan Deustch denominó «el giro Ellsworth». El director, Joseph T. Shaw, dimitió y fue sustituido por Fanny Ellsworth. Ella abandonará la línea editorial hardboiled y dará entrada a autores como Steve Fisher, Frank Gruber y Woolrich. Otros autores como Raymond Chandler o Lester Dent dejaron la revista. Si la figura representante de la primera generación de Black Mask se puede decir que fue Dashiell Hammet, en esta segunda generación el representante será Cornell Woolrich. No habrá tipos duros, cínicos, violentos, tampoco habrá personajes recurrentes y la ciudad, que habitualmente se exploraba y descubría a medida que progresaban las investigaciones del detective, desaparece. Woolrich dará preeminencia en muchas de sus novelas a los personajes femeninos, la acción se ralentiza y los diálogos pasarán a segundo plano en detrimento de la voz interior del personaje que nos revela su soledad, su angustia o su locura. En palabras de Benoît Tadié, Woolrich escribe un «negro sublime» y nos muestra «el encuentro del hombre precario con la muerte». Otro de los autores de esta segunda generación es indudablemente David Goodis.

La novia vestía de negro (The Wide Wore Black) se publicó en 1940 y es la primera de una serie de novelas «en negro» (black) que encumbrarán a Woolrich como uno de los «maestros de la angustia y del suspense moderno» (The Black Curtain, 1941, El telón negro; The Black Alibi, 1942, Coartada negra; The Black Angel, 1943, El ángel negro; The Black Path of Fear, 1944, La negra senda del miedo; Rendez-Vous in Black, 1948, Rendez-vous en negro).

Woolrich firmó La novia vestía de negro con uno de sus pseudónimos con el que mucha gente intercambiará su nombre: William Irish. Hasta 1940, Woolrich había firmado sus anteriores seis novelas con su nombre, pero esta era su primera novela negra y la que marcaba un cambio en su carrera literaria (otro más).

En La novia vestía de negro comienza así:

«—Julie, mi Julie.  

Aquellas palabras siguieron a la mujer a través del hueco de la escalera mientras bajaba los cuatro pisos. Eran el susurro más suave, la más apremiante petición que pueden pronunciar unos labios. Pero no la hicieron vacilar ni enlentecer el paso. Cuando salió a la luz su rostro se veía pálido; eso era todo.

La chica que esperaba junto a la maleta en la puerta de la calle se dio la vuelta y la miró casi con incredulidad al verla acercarse, como si se preguntara de dónde habría sacado el valor para sobrellevarlo»

En dos páginas la protagonista, Julie, alquila un apartamento con un nombre falso, Josephine Bailey. Toma la fotografía de un hombre, la analiza y la quema. Tiene otras cuatro fotografías. Las mira y las termina quemando también. Sabremos que serán los cinco hombres que ha decidido asesinar.  Cada capítulo llevará el nombre de uno de ellos. Presenciaremos cómo Julie se acerca a la que será su víctima. Sin embargo, no lo veremos desde el punto de vista de la asesina, sino de la víctima. Como lectores, intentaremos anticipar los pasos que la protagonista dará para cometer sus crímenes, cada uno de forma distinta (no describo ninguno para no destripar la sorpresa) e identificaremos a la asesina por su belleza, el color del cabello o una aparición inesperada en la vida de una de sus posibles víctimas. Como contrapunto, después de cada asesinato, tendremos un investigador de la policía, Lew Wanger, que llega a la escena del crimen, recopila testimonios, pistas, pero ha de dar el caso por cerrado «sin resolver».

Julie no es una asesina desalmada, psicópata, sino una mujer que ha decidido tomarse la justicia por su mano. Ella solo tiene a esos hombres en su objetivo y no quiere que nadie pague por lo que ella ha hecho.  Esto hará que alerte a una mujer para que se vaya de la habitación donde acaba de cometer un asesinato para que no sea sospechosa o en otra ocasión llamará directamente a Wanger para alertarle de que han arrestado a la mujer equivocada. Este lado humano es paradójicamente su talón de Aquiles ya que pone sobre la pista a Wanger de que todos esos crímenes sin resolver tienen un motivo oculto y han sido perpetrados por la misma mujer. Wanger hará todo lo que esté en su mano para impedir que siga adelante con su plan. Como es habitual en Woolrich habrá al final un giro que cambiará por completo la perspectiva del lector. No les cuento más de la novela. 

Hay una adaptación famosa de esta novela, llevada a cabo por Truffaut, con Jeanne Moreau, como protagonista y con el mismo título que la obra de Woolrich. Les aconsejo que si no han leído la novela, ni han visto la película, por favor, lean primero la novela y luego sean indulgentes con Truffaut. Hitchcock realizó una adaptación mucho mejor del relato de Woolrich en La ventana indiscreta.

Como curiosidad, esta novela está dedicada a CHULA, es un misterio quién o qué es, y a una máquina de escribir, la Remington Portable No. NC69411. Esta máquina de escribir será también la protagonista del primero de los cinco capítulos de su autobiografía incompleta (Blues of a Lifetime) que encontraron en una caja de seguridad cuando Woolrich falleció. Una máquina de escribir que le prestaban a diario para poder pasar a limpio sus escritos. Su vida unida a la de su madre, viviendo de hotel en hotel, su homosexualidad reprimida, su alcoholismo y su final trágico, once años recluido en una habitación de hotel después de la muerte de su madre, con una pierna que habrán de amputarle por la gangrena y negándose a ver a nadie darían para otro o más artículos. Concluyo con la definición que hizo su biógrafo, Francis M. Nevins, de Cornell Woolrich, alias William Irish o alias George Hopley: «el poeta de las sombras». 

Fuentes

Front criminel. Une histoire du polar américain de 1919 à nous jours de Benoît Tadié Ed. PUF (2018) 

Guida alla letteratura noir de Walter Catalano et col. Ed. Odoya (2018)

Dictionnaire des littératures policières sous la direction de Claude Mesplède – Edit. Joseph K (2007)

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