Falcó es una novela que podría catalogarse de espías con un estilo de novela negra o una novela negra con tintes de espionaje. La historia arranca con un asesinato: «La mujer que iba a morir hablaba desde hacía diez minutos en el vagón de primera clase. Era la suya una conversación banal, intranscendente: la temporada en Biarritz, la última película de Clark Gable y Joan Crawford. La guerra de España apenas la había mencionado de pasada en un par de ocasiones». La mujer resultará ser la comunista Luisa Rovira Balcells. Lorenzo Falcó cumple con la misión encomendada por el Almirante desde Salamanca, Cuartel General del Generalísimo hasta el año 1937. Falcó trabaja para el SNIO, Servicio Nacional de Inteligencia y Operaciones, «especializado en infiltración, sabotaje y asesinatos de elementos enemigos». Su próxima misión, del que el Almirante le adelanta que será «un turbio y puñetero nuevo asunto», deberá contar con el concurso de la gente del SIFF, Servicio de Información e Investigación de la Falange y Hans Schrörer, jefe del servicio de inteligencia nazi al que Falcó conocerá en una fiesta que se da para recibir al embajador italiano.

Falcó deberá cruzar la frontera con identidad falsa y contactar con un grupo que se está preparando para dar un golpe audaz que puede cambiar la historia. Sin embargo, nada sale como previsto y, para complicarlo más, Falcó, un coleccionista de amantes, conocerá a una mujer distinta, Eva Rangel «debía de tener entre veinticinco y veintiocho años. Era fácil imaginarla con jersey y esquís, en traje de baño en lo alto de un trampolín, o de amazona saltando obstáculos sobre un caballo».

Falcó es un superviviente, más en esta Guerra Civil donde todos tienen agravios o cometen atrocidades: el Almirante ha perdido a «su único hijo, un joven alférez de navío, había sido asesinado a bordo del crucero Libertad con los otros oficiales, el 3 de agosto», el coronel Queralt que había conducido a sus hombres a una matanza gracias a que «tenía buenas relaciones en el cuartel general, y su falta de escrúpulos lo hacía perfecto para dirigir la represión interna. Así que Nicolás Franco, el hermano del Caudillo, lo había nombrado jefe de policía y seguridad. La secreta, como se decía»

Para Falcó «la vida era para él un territorio fascinante; un coto de caza mayor cuyo derecho a transitarlo estaba reservado a unos pocos audaces: a los dispuestos a correr el riesgo y pagar el precio, cuando tocara, sin rechistar (…) Había premios inmediatos y tal vez castigos atroces que aguardaban su hora, pero estos últimos estaban todavía demasiado lejos. Para Falcó, palabras como patria, amor o futuro no tenían ningún sentido. Era un hombre del momento, entrenado para serlo. Un lobo en la sombra. Ávido y peligroso».

En la novela hay diálogos que bien podría haber estado en la boca de un detective de los años treinta o cuarenta.

«-¿Simpatiza usted con la causa falangista?

Le sostuvo Falcó la mirada, impasible.

-Yo simpatizo con varias causas.

El otro dirigió una breve ojeada a la carpeta del expediente. Después apoyó un dedo en ella.

-Según tengo entendido, sobro todo con la suya propia… Su causa, sea ésta la que sea».

-Principalmente».

Hay un trasfondo de películas, actores y actrices del Hollywood dorado que aparecen en carteles, películas (Una noche en la ópera, La carga de la Brigada Ligera…) o personajes a los que su físico guarda algún parecido. No falta cine español como Nobleza baturra. También hay una crítica permanente y feroz a ambos bandos donde al final unos se guardan de la muerte («han formado lo que llaman cuadrillas de recuperación proletaria, que asaltan las casas con el pretexto de buscar fascistas y arramblan con todo lo de valor que encuentran… Las noches, con culatazos en las puertas de las personas honradas, son pavorosas») y otros entregan su vida por un ideal que queda desdibujado («los decentes están en la línea de fuego, luchando» o «de la hoguera donde se iba a consumir, o se estaba consumiendo, la mejor juventud de una y otra parte»). Por ello, resuena con más fuerza cuando el autor dice que «la guerra de Lorenzo Falcó era otra, y en ella los bandos estaban perfectamente claros: de una parte él, y de la otra todos los demás». Como en otras novelas de Pérez Reverte, tenemos a un protagonista cuya fidelidad a las personas está por encima de colores políticos o enemistades y, lo más importante, la fidelidad a sí mismo y a sus ideales le convierten en una isla en ese paisaje desolador  de la Guerra Civil.

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